Te beso. Siempre lo hago al llegar. Siento un ruido a mi espalda. Me doy vuelta. Para ver detrás de mí, tengo que dejar de
mirarte. Lástima. Giro para la izquierda. Mis ojos pasan por el sillón, ese nuevo que
compraste. ¿Tanto salió esa porquería? Recién lo veo, un cachivache. La mesita
ratona está corrida de lugar. Sigo
girando, la puerta de nuestra habitación,
cerrada. El baño, mojado. ¿Sacaste el cuadro que te regaló mamá sin consultarme? ¡Qué mal! Se va a
enojar. La puerta de calle, como siempre, sin llave. Algún día vamos a tener
una desgracia. La cocina limpia.
¿Lavaste los platos? ¡Esa es mi mujer! Justo a mi espalda, el ventanal del
balcón abierto y un señor desconocido, con tijeras de podar en mano, viene
hacia mí desafiante. Un amante, lo sabía. Tenés un amante Martita, por eso
querías que hiciera horas extras, no por la plata. Yo laburando como un burro
para que vos te diviertas con este tipo, que además es una criatura al lado
tuyo. Degenerada. Giro a la derecha para verte. Roja, estas roja de vergüenza.
No es para menos, te enganché con otro. “¿Qué me hiciste Martita?” exclamé con
furia “¿Qué Martita?” me gritaron los dos a dúo. Los miré. ¡Qué linda pareja!
“Perdón, creo que me equivoqué de
depto”.
Aida Rebeca Neuah
Imagen: "Pescadores de sueño" de Juan Fernández
Tiene que dejar de pasar por el bar después de las horas extras este señor!!!!
ResponderEliminarMe hiciste reír mucho!!!!
Beso
Vos te reís pero ¡pobre Martita!
Eliminarbes