Supongamos que conocés a un tipo. El hombre de tus sueños.
Lo ves pasar por el negocio donde trabajás vendiendo flores. Hace un tiempito
que a las nueve va y a las tres de la
tarde vuelve. Un día entra al negocio y
con una sonrisa te compra una rosa, te la regala y te invita a cenar. No lo conocés. Dudás.
¿Quizás es un violador serial que seduce a mujeres incautas? ¿Un delincuente que busca refugio? (De ninguna manera dejaremos
que ningún pensamiento pesimista a
futuro invada esta relación que aún está
en pañales. Volvamos). Decís que sí. De
hecho lo viste pasando por puerta dos veces por día los últimos dos meses.
Obvio que lo conocés. Ese tipo, el hombre de tus sueños, te pasa a buscar en un
auto negro lustroso que huele a limpio y pasan una velada fabulosa. Te cuenta que está separado, digamos que con
dos hijos grandes. (No da, muy cuento de hadas. Volvamos). El tipo te cuenta que está casado, que casi no
se ve con su mujer y que hace años que no tienen sexo. Que trabaja en un barco.
Él te dice que es el capitán del barco. Te cuenta que tarda un mes en cruzar el atlántico y que está
dos meses del otro lado con su mujer. Vuelve por la misma ruta y se queda dos
meses acá. A vos el tipo te gusta.
(pongámosle color a la cosa. Volvamos). A vos el tipo te encanta, te mueve toda
la estantería, incluidos los cajones, como hace tiempo que nadie te la movía.
Sentís que al tipo le pasa lo mismo. Una ola de calor los invade a los dos. (¿Te abro la ventana? Esperá).
Susurrando y con cara de buey herido te larga que mañana al mediodía zarpa a cruzar las grandes aguas. ¿Qué podés hacer?
Te entregás a una noche de pasión abrazadora. Imagínate una noche mágica llena de fuegos
artificiales y un desayuno de a dos. Después del almuerzo lo acompañás al puerto y agitás el pañuelo
blanco cuando el barco se aleja. Esa
noche no pegás un ojo. Un mes y no podés dormir pensando en él. Un día te levantás, abrís el diario y ahí en
la primera plana: un titular “se hundió
un barco en el atlántico”. El barco de él. Esperás que lo encuentrén sano y salvo. Las
noticias son poco alentadoras. Pasan los días y no lo encuentran. Tiene que
estar vivo. No tenés dudas. Lo sabés. Sentís que él está pensando en vos en ese
mismo momento. Él quiere que lo ayudes. Él está solo y atrapado en una isla
desierta y no puede salir. Tenés que ayudarlo a escapar de esa isla que lo
tiene atrapado lejos tuyo. Agarrás una
botella, una que tenga cierre hermético, para mandarle un mensaje, para
comunicarte, para darle una mano a salir de ese lugar. En la botella ponés un mechón de tus cabellos,
una cajita de fósforos para prender fuego y no tener frío y le escribís una nota, de
tu ser más profundo salen las palabras: “ ¿no sabés hacer una balsa de madera,
pelotudo?”
Aida Rebeca Neuah
Imagen: "Estallido cromático" de Mónica Renedo
Jjjjjjjjjaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!
ResponderEliminarEXCELENTEEE!!!!!
que buen sentido de humor,te felicito
ResponderEliminar.... parece que no sabe!!
ResponderEliminarMMMMMM Muy bueno !!! MMMM me divirtió MMMM Mas no sólo eso. MMM Maravilloso eso de Volvamos
ResponderEliminarTU IMAGINACION , EXELENTE , EL PERSONAGE CELESTE , LA SITUACION COLORIDA ,FALTA EL FINAL ..........
ResponderEliminarRefulgente lo suyo. Gran historia, magistrales enmiendas y mejor final.
ResponderEliminarUn saludo.