Todos sabemos que hay
profesiones peligrosas pero ninguna como ser liberador de monstruos. Daniel
Srekman trabaja incansablemente buscando a estos seres en las más oscuras y
recónditas cavernas, cavando sin parar para encontrarlos, despertarlos y
devolverles la chispa de la vida. Él
nunca sabe con qué tipo de criatura se va a encontrar al final de su búsqueda,
lo que sí sabe, aprendido gracias a su vasta experiencia en el ramo, es que esos monstruos al despertar son tan imprevisibles que no hay forma de planificar
de antemano su labor. Es sabido por él y por todo el que se precie de
liberador de monstruos profesional que
en épocas de cambio de estación el trabajo se incrementa y se hace más
interesante. Este setiembre, no fue la excepción, había recibido un llamado
inquietante y anónimo avisándole que tenía una labor difícil esperándolo en el
desierto de Gobi, en una ciudad oculta a los ojos de los hombres. Allá fue
nuestro héroe cargando al hombro su pico, su pala y el mapa de cómo encontrar
la caverna del monstruo escondida detrás
de una cascada de agua, la cual encontró sin ningún inconveniente.
-Monstruito, monstruito ¿dónde está mi monstruito?- cantaba
mientras mantenía el ritmo de trabajo entre pico y pala - ¡nooooooooooooo!
Así fue como el protagonista principal de esta historia, que
eligió conscientemente servir a sus
hermanos despertándolos de su letargo, se vio por primera vez atrapado por la
criatura más peligrosa y la más rara vista jamás (en realidad era la primera vez
que alguien la encontraba). Una criatura sobre la que abundan historias
populares, dichos, chascarrillos y caricaturas. Calculo que a esta altura
usted, señor lector, va intuyendo de lo que estamos hablando. Sí, sí, sí… no
tenga miedo a pensarlo. Tampoco tenga miedo a decirlo. Nuestro héroe se
encontró con una mamá pulpo judía, que antes de poder decir sinsalamín lo había enredado en sus tentáculos, estaba tejiéndole pulóveres para que no tenga
frío y le daba de comer bolas de pescado con salsa de remolacha (todo al mismo
tiempo). ¿Me está diciendo que exagero? Créame
ni un ápice. Daniel trató de resistirse
pero cada vez que conseguía mover la mano para sacarse un tentáculo de encima, la
extraña criatura no dudaba en cantarle
el arrorró pulpo (1). Triste el destino
de nuestro liberador de monstruos,
atrapado por una de sus criaturas, no pudiendo moverse, ni hablar (porque
siempre tenía la boca llena de comida), durmiendo el sueño del arrorró pulpo.
A esta altura estoy
segura que usted se preguntará si
nuestro héroe pudo finalmente liberarse,
la verdad es que yo también me lo pregunto. Por esa razón pongo a su
disposición dos finales, uno de los dos es cierto y posiblemente el otro
también…
Final 1: Atrapado. Estaba acorralado. No podía casi respirar
(tenía un tentáculo tapándole la nariz y la boca). Convengamos que tampoco necesitaba moverse
mucho, ni respirar demasiado ya que tenía todo lo que necesitaba básicamente
para vivir. Al pasar los días se fue
sintiendo más que cómodo y se encontró con tiempo de sobra para pensar en lo
que quisiera y hacer lo que quisiera. Está bien, no podía hacer mucho… pero la mamá pulpo prometió permitirle
ver el sol una vez al mes si no hacia ni
frio, ni calor, ni había viento y
mientras tanto… tenía las bolas de pescado.
Final 2: Atrapado. Estaba acorralado. No podía casi respirar
(tenía un tentáculo tapándole la nariz y la boca). En los pocos momentos de
lucidez en los que decaía el efecto del arrorró pulpo nuestro héroe, buscaba soluciones desesperadas y se
angustiaba porque no las encontraba. De
tanto querer y querer liberarse y haciendo gala del refrán “el que quiere
puede” el universo confabuló y su cuerpo lo ayudó. A causa de la inmovilidad se
le formaron gruesos tapones de cera en los oídos, por esa razón, cada vez la
canción le hacía menos efecto. En un descuido de la mamá pulpo, el liberador de
monstruos se escapó y aprendió varias cosas. Que para tener libertad primero
hay que quererla, que hay seres que no quieren despertar y obligan a otros
seres a compartir su letargo y que vivir
es más que estar quieto, cómodo, durmiendo todo el día y comiendo
bolas de pescado…
Nota de la autora:
(1) Todos suponen que el único canto que emboba a los
hombres es el canto de las sirenas. Error. El arrorró pulpo es muchísimo más
poderoso, desde el primer acorde la
persona se siente responsable por la
vida sacrificada que ha llevado la mamá pulpo y se llena de culpas
paralizantes.
Este cuento va dedicado
…“al que le quepa el sayo que se lo ponga”
Aida Rebeca Neuah
Imagen: "Ojos Andre" de Diego Castellón
Segundo Final.Definitivamente.Tenemos que aprender a distinguir cuales son las melodías que nos adormecen y anestesian, y quienes las emiten...
ResponderEliminarHay quién elije lo primero hay quién elije lo segundo. Por una cuestión cultural el segundo final está mejor visto, qui lo sa? Gracias Eric
EliminarMe gustó mucho el relato y creo haber reconocido matices muy semejantes de algunas personas que conozco con los personajes, aunque no podría asegurarlo. Con respecto a los dos finales, no termino de decidirme por ninguno; quizá mi inconformismo habitual sumado a mi ansia de divergencia se imagine un tercero. Pero esto tampoco podría asegurarlo ya que el sayo no me calza.
ResponderEliminarUn beso a la mamá pulpo judía, al liberador y a la autora.
Los personajes viven y reviven en está historia. Están en todos lados y tengo que confesarle que me quedo con los tres besos, los alfajores Havanna y los besos no se comparten. Beso Miguel
EliminarUUUUUUUUUUh,un pedazito de mi infancia!la idishe mame clasica!disfrazada de idishe
ResponderEliminarmame pulpa!el relato impecable,realmente suena como la mas exquisita musica del
Alma!!!!AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAiiiiiiiiiiii!Idola como siempre!CADA DIA ESCRIBIS
MEJOR!!!!
GRACIAS POR TU MUSICA!
mARIPOSAS EN EL ALMA.
Tendré que dedicarme a dar recitales? Gracias Rubén.
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