30 abr 2010
VIDAS
Las cosas a mi alrededor desaparecieron rápidamente. Yo necesitaba un espacio y sólo vi esa naranja. Me acerqué sabiendo que no tenía mucho tiempo para decidirme a ocuparla. Era de un color brillante, tímidamente empolvada con una fina capa de tierra arenosa. Una gruesa y rugosa piel la recubría dejando intuir un interior tierno y jugoso. Desde donde estaba, llegaba a sentir un aroma a azahares que me transportó a la infancia de no sé cual de mis vidas. En el instante en que empecé a entreveer mi destino de citrus, empezó la fusión. Mis círculos espiralaron en una total redondez, girando en una metamorfosis sin fin. Mi piel se hizo fibra, cubriendome de capas y capas de cascara frutal. Mis células fueron las pepitas anaranjadas y su jugo fue mi sangre. Cada órgano convulsionó y se acomodó dentro de la fruta, separados por una fina lámina de pielcilla transparente. Me achique hasta caber en una superficie cien veces menor a mi ser original y mi alma encontró su lugar en el centro, en las semillas donde todos los recuerdos estarían, pero yo no me acordaría de nada.
Aida Rebeca Neuah
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WoW!!! Aluciné!! Me encanta este relato.
ResponderEliminarVeía todo mientras te leía, y hasta pude sentir el olorcito...
Muy pero muy bueno.
Abrazote grandote.
hay un cuento de garcia marquez, eva esta dentro de su gato. leelo. besos.
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