La búsqueda del hombre por alcanzar la plenitud y lograr la
ansiada felicidad lleva ya varios siglos y muchas teorías. Algunos de los
filósofos antiguos decían que para la realización propia del hombre y la
obtención de la anhelada felicidad es imprescindible el cultivo de la sabiduría,
otros expresaban que mediante la opresión de los instintos, el autodominio y el
fomento del pensamiento nos acercarían a nuestra virtud esencial y lograríamos como
resultado el gran tesoro que es la felicidad. Evita el dolor y haz un culto del
placer que encontrarás en las pequeñas cosas decía un filósofo perdido varios
siglos antes de cristo y como último exponente de este racimo inacabable de
teorías: “la felicidad jajajaja, me la dio tu amor” cantaba hace treinta un
artista contemporáneo en Sudamérica.
Hoy, sabemos gracias a la ciencia, que la felicidad es algo que cada uno
de nosotros puede conseguir fácilmente. Estudios recientes en la Universidad
Hebrea de Jerusalén, han demostrado que la visión y posterior ingestión de dos
unidades de huevos frescos fritos en aceite
hirviendo estimula el hipotálamo a
secretar la hormona B7 generadora de felicidad. La visión panorámica de los
huevos estimula el nervio óptico a emitir un mensaje codificado al lóbulo
derecho del hipotálamo, quién asocia la imagen a dos pechos femeninos y/o a los
testículos dependiendo del género del individuo. La búsqueda del hombre por
alcanzar la plenitud ha llegado a su fin, los científicos han hallado la
fórmula de la felicidad y la comparten con todos nosotros. Sépanlo, es algo
sencillo, fácil y forma parte de nuestra vida cotidiana, querido lector,
grábeselo a fuego, como decía mi abuelo, para ser feliz es indispensable tener
huevos.
Aida Rebeca Neuah