10 jul 2012

HISTORIA DE UN GATO Y UN PAR DE ANTEOJOS



Te miro te miro y te miro. Quiero un beso. No es el momento adecuado para planteártelo pues estás en medio de una disertación hablando sobre la vida sexual del cangrejo africano o algo parecido. No importa. Aprendí que hay cosas que no tienen la más mínima importancia, por ejemplo el tema  del que estás hablando. Prefiero imaginar que es una charla privada conmigo y que estamos arreglando una velada en algún lugar romántico cerca del rio a la luz de la luna...
Te miro, te miro y te miro. Dame otro beso. Tus ojos se posan varias veces en mí. Sobre todo cuando cruzo las piernas y pateo a mis vecinos. Te gustan mis piernas. Lo sé. Es innegable la cara de fastidio que ponés cuando la gente se queja de mis patadas, te morís de ganas de levantarte y ponerlos en su lugar, claro, disimulás...  Me gusta  ese aire protector que tenés para conmigo… me gustás vos…
Te miro, te miro y te miro. Tu sonrisa es la clave para abrir  todas las puertas del cielo. Sos un divino. Se te hace un hoyuelito en la mejilla izquierda. No es la primera vez que lo veo, obvio, pero con vos es siempre como la primera vez. Ojalá la pelotuda de arriba haga otro de esos comentarios pedorros que te hacen reír. Juro que si sabría de qué mierda hablás los haría yo misma, gracias a D´os el universo conspira siempre para ponerme a mano lo que necesito,  como esta turra de acá arriba que facilita que me regales tu sonrisa.
Te miro, te miro y te miro. No lo puedo creer. La pelotuda de arriba leyó tu libro o por lo menos eso dice. ¿Lo habrá leído todo? Son como ciento cincuenta paginas, de los dos lados. No lo creo. No lo leyó. Miente. Seguro que miente. ¡Qué falta de sinceridad! ¡La franqueza ante todo loco!  Si me hubieras preguntado a mí, yo,  te habría mentido.
Te miro, te miro y te miro. ¿Cansadito, mi vida? ¿Querés irte a casa? ¿No? Dale, terminala de una vez y andá saludando que quiero irme. ¿Me vas a hacer ir a buscarte? ¿Qué hacés con la pelotuda esa que miente que te leyó? ¿Por qué la abrazás? ¿Por qué la besás?
¿Negro?
¿Mi Negrito… quién es esa mina?
¿Te cortaste el pelo? ¿Te lo teñiste?
Perdón…
Disculpe, señor, señorita… de noche y sin lentes todos los hombres son pardos…

Aida Rebeca Neuah

Imagen: "Como cada noche" de Enrique Amaya