26 mar 2011

JAZMINES


Me acerqué despacio y le puse el ramo en sus manos.
- Son para vos. Blancas como te gustan.
Esperé alguna señal, algo que me diera el valor necesario para seguir.
Nada se movió.
Estábamos inmersos en un espacio sin tiempos.
Un portal que abría muchos caminos.
Demasiados ciclos vagando perdidos, apoyando cuidadosamente los pies en nuestras mismas huellas.
Un laberinto sin salida.
Perdón
y no pude más que salir.
Me volví.
Sus manos aún sostenían las flores.

Aida Rebeca Neuah

22 mar 2011

CASO NÚMERO 516/4632


María y María paradas mirando la escena. Ocupaban el mismo espacio en la habitación. Dos o una, una o dos… o más, depende quien mire…
-¿qué hiciste? LOCA, estás loca.
- son míos, me molestaban. RUIDO, hacían ruido, lloraban, gritaban. Las voces.
- mis hijos, los mataste- aullé como animal salvaje.
- el diablo, tenían el DIABLO en el cuerpo, berreaban como chanchitos, los curé, curé a mis hijos, les saqué el mal por el pecho, chorreaban de ríos rojo diabólico.
- mis angelitos, mis ÁNGELES buenos, lo mejor de mí- caímos de bruces.
- los purifiqué, los purificó mi mano, mi cuchillo, ahora son buenos. Ni lloran ni gritan más, se portan bien. Miralos.
- Quiero ser pura, haceme pura, toma mi mano, guiame y haceme PURA.

María Gutiérrez, 24 años, caucásica, madre soltera, se quitó la vida después de matar a puñaladas a sus dos hijos menores en su casa de Coronel Juárez. La occisa tenía antecedentes esquizofrénicos y estaba bajo tratamiento psiquiátrico ambulatorio. A pesar de las reiteradas denuncias de los vecinos, el organismo de bienestar social correspondiente dispuso hace una semana la competencia de la filicida para asumir la custodia total de sus dos hijos. Un comando policial de la comisaría tercera irrumpió en la escena del crimen dos días después, gracias a la denuncia de la maestra de los niños que sospechó alguna anormalidad al no presentarse los mismos al establecimiento escolar. Los vecinos admitieron que escucharon gritos y llantos en la noche de la fatal tragedia y se abstuvieron de llamar a la policía dada la escasa repercusión que habían tenido en sus anteriores llamadas…

Aida Rebeca Neuah

14 mar 2011

EL GRITO


Abrí el cajón y miré, estaban dentro los malos recuerdos, las viejas historias, la crueldad de su trato. Él, mi marido, el muerto, no estaba.

Aida Rebeca Neuah
Imagen: Guayasamín

7 mar 2011

COMPASES


Tus pasos al llegar
soltaron mis suspiros.
Ese rítmico apoyar de tus pies
movimiento tuyo
único como tu voz
mágico como tu risa.
Acordes del amor
sinfonías inconclusas
inolvidables secuencias armónicas
envolventes, espiraladas,
incitadoras de bailes urgentes.
Cálidas oleadas de asonancias
que persisten, perduran,
te mantienen incólume
en ese altar erigido para guardar
los sonidos de tu presencia.

Aida Rebeca Neuah

Imagen: El corazón de la música

1 mar 2011

COTIDIANA



Día nublado, lluvioso de a ratos, húmedo, gris. Primer pantallazo, una fila, una cola, un montón de gente esperando a ser atendida, nada fuera de lo común. El camarógrafo vaga como un distraído por sus rostros, se detiene casual en algún detalle. A ver… contemos… hay ocho personas paradas aguardando en el lugar. El director cambia el enfoque de la cámara. Ahora vemos a toda esa gente desde adelante, desde la ventana a la que quieren acceder, en ella, en la ventanilla, un empleado, un joven, cara de ratón, boca así como en embudo, bigotes finitos y anteojos, él es el centro de nuestra atención ahora. Sus ojos no salen de su computadora, esta jugando, un juego, de cartas, un solitario. Frente a él, primero en la cola, un hombre, bastante mayor, un viejo de aspecto cansado, piel ajada por los años, muy callado y expresión de juntar rabia. Detrás de él, segunda en la fila, una rubia, parada, esperando, con minifalda, corta, muy corta y un par de valores que rebalsan su escote. Se acerca la blonda, la mujer, de pechos turgentes, donde está el empleado, apoya sus cualidades en el descanso de la ventanilla, "perdón nene, podés arrancar que tengo cita con un cliente". El joven que atiende levanta la vista, mira a la rubia, mira sus pechos, mira al señor mayor, vuelve a los pechos y sonríe, "ya estoy con vos", cierra el solitario, y por fin atiende al viejito.

Aida Rebeca Neuah