27 may 2010

PABLO Y LA CAPERUCITA




Muchacha.
El sol empieza a calentar cuando abro mis ojos. Me encantan los días cálidos.
Me levanto y me arreglo para estar espléndida, como a mí me gusta. Me pongo la capa roja que tan bien me queda.
Hoy tengo un día atareado, mi mamá me pidió llevarle comestibles a la abuela, que está en cama con gripe. Balanceo la canasta de comida mientras camino por el bosque hacia la casa de mi abuelita.

Lobo.
Me despierto esa mañana con un zumbido en la cabeza.
Las tripas me chillan, hace tres días que no como nada.
Me resisto a matar para comer y tampoco puedo luchar contra mi naturaleza.
Soy lobo.
Me dirijo al bosque por enésima vez a probar si mi estómago resiste las raíces y los frutos. Ahí la veo. Una hermosa muchacha envuelta en una capa roja. Mi estómago cruje. Mi cerebro se activa rápidamente, urdiendo un plan para calmar mi hambre.

Lobo y muchacha.
El lobo y la chica se encuentran. Se miran. Él la mira con deseo. Ella lo mira con indiferencia. Intercambian palabras de cortesía.
Ella no tenía ni tiempo ni ganas para perder con él.
Él se dio cuenta que ese no era el momento. El apurado come crudo, pensó. Él le preguntó dónde iba y decidió que iba a ser mejor estar con ella en un lugar más privado.
Se saludaron. Él apresuró su paso a lo de la abuela. Ella, embelesada por los colores del bosque, se quedó disfrutando del paisaje.

Lobo.
Llego a la casita. La puerta esta abierta. Entro y veo a una viejita que esta recostada en el sillón. Me hace acordar a mi abuelita, una señora loba que al final de su vida se entretenía tejiendo y haciéndome dulces. No puedo comerla. Me trae recuerdos de mi infancia. Tratando de no lastimarla, la ato, la escondo en el altillo y me siento a esperar que llegue mi preciosa presa.

Muchacha.
Con los brazos llenos de flores llego a la casa de mi abuelita y la puerta esta abierta. El lobo esta sentado en el sillón mirando hacia la entrada. Seguramente vino a hacerle compañía a mi abuela, pienso. Después de un momento me pongo incómoda, algo en la situación no me gusta. El ambiente esta enrarecido. Algo va a suceder.

Lobo y muchacha.
El lobo y la chica se reconocen. Se estudian mutuamente. Él la mira con dudas. Ella lo mira con recelo. Cada uno cuida su espacio en el salón. El lobo invita a la muchacha a acercarse. Se sientan y toman mate. Deberían conocerse más, los dos asienten. Cada uno habla de sí mismo, de su vida y de sus necesidades. Sus miradas se encuentran y en ese preciso instante lo entienden y comienzan a verse tal como son, seres complementarios y antagónicos. Y sienten paz.


Aida Rebeca Neuah

Imagen: Caperucita roja II por Guillermo Lorca

23 may 2010

ENCUENTRO


Esa noche busqué nuevamente tu laberinto en el mío en ese recoveco espejado donde nuestros rostros intercambian imágenes. Te vi observándome. Contrariamente a lo que especularon, el tiempo y la falta de contacto limaron nuestros contrastes. Nos parecemos más. Pensaste lo mismo porque mirándome te recorrías la nariz, los párpados y las cejas con las yemas de los dedos.
-¿Cuándo nos vemos?
-No lo sé, contesté, cuando estemos listos.
Saludé apoyando la mano en el reflejo y volví al rincón donde cada noche sueño con la persona que voy encaminado a ser.

Aida Rebeca Neuah

18 may 2010

PAGINA ASESINA


-En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere. En la última hoja escribí hace años mi legado. Quiero que me traigan un ejemplar- dijo don Julio.
A desgano tomaron la autopista del sur, los tres sentados en el asiento delantero del Fiat. Fama, Esperanza y Cronopio. La esperanza siempre va al medio. El día cargado de humedad encrespó los ánimos de la gente en la carretera. Fama gritaba a los otros conductores para que le dieran paso mientras Espe y Crono cantaron "tendré los ojos muy lejos, un cigarrillo en la boca…cuando ya me empiece a quedar solo…"
Paremos…
A tomar un aperitivo- dijo Fama.
A ver que hora es. El reloj me atrasa, el reloj me atrasa, el reloj- dijo Crono.
A saltar a la soga con mangueras transparentes - dijo Espe.
Terminó cada cual su tarea e hicieron una ronda para agradecer las gotas que caían del cielo, todo-el-cielo.
Siguieron viaje con Crono al volante (Esperanza no maneja, se deja viajar por las cosas y los hombres). Llegaron a buscar el libro. Les pidieron por él cuatro canicas azules y una lechera. Suerte, Espe las tenia en el bolsillo, las robó de la fábrica del papá de Fama. Uno de ellos lo tomó y abrió el libro en la última página.

Final 1. Fama abre el libro y encuentra en la última hoja "la alegría de los famas" envuelve el libro en una sábana negra almidonada y lo envía por correo cobro revertido.

Final 2. Esperanza abre el libro y no está en su día curioso. Se lo da a Fama o a Cronos. Usted elige, vaya al final 1 o 3.

Final 3. Cronopio abre el libro, una página en blanco. Automáticamente mira su reloj.
- Son las tres de la tarde para mí, pero para los demás son cinco minutos mas tarde. Respira aliviado.

Aida Rebeca Neuah

Humilde homenaje a un grande de la literatura, Julio Cortázar.
Imagen: gentileza de Daniel.

14 may 2010

LOS VIAJES DE JUAN


Juan soñó que moría bajo las ruedas de un tren. Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías. Al segundo comprendió que tenía nuevamente el ADN desestabilizado. Como flecha pegó un salto y salió de las vías, no fuera a transportarse nuevamente en espacio-tiempo al momento en que pasara el tren. Desde que participó de aquel proyecto ultrasecreto de la NASA, había quedado atrapado en la historia, viajando por el mundo a distintas épocas. El no podía controlarlo, no había vuelto a ver a su mujer ni a sus once hijos. Juan se tomó un minuto para recuperar la calma e hizo un reconocimiento visual de la zona. Estaba en el desierto. Nada por aquí, nada por allá, solo las vías. Las siguió. Al anochecer divisó una estación de tren y apuró el paso. Había un cartel en la entrada "NAC". Abrió la puerta y entró. Se prendieron las luces y apareció un holograma del doctor David A, científico encargado del proyecto en el que Juan participó.
"Bienvenido Juan, viajero numero 001. Este es el nodo 777 de abastecimiento de cronodesplazados. Esta plataforma espacio-tiempo mantiene estabilizado tu ADN mientras permaneces en ella. En el salón contiguo esta la CAPD, consola de asesoramiento y planificación de destinos, disponible y lista para usar. Que tu estancia sea placentera".Y desapareció. Sin dudarlo se sentó en la consola y escribió. Veintinueve de junio de 1986. Ciudad de México. Calzada de Tlalpan 3465. Estadio azteca. Juan se había quedado sin ver la final Argentina-Alemania del mundial de futbol. Imperdonable.

Aida Rebeca Neuah

9 may 2010

LA CITA


Primero veía la flor. Una rosa roja de largo tallo y gruesas espinas. La mano, huesuda, dedos anchos. Mano de hombre. El puño de la camisa cerrado por un gemelo dorado apenas cubierto por la manga del saco negro. Traje impecable. Zapatos de brillo cegador. Sombrero de ala ancha. Años de soñar habían completado casi totalmente la escena. Solo faltaba el rostro. Los rasgos equidistantes se esfumaban al despertar. Recordaba la paz que fluía de sus ojos y la sensación de levedad que esto le causaba. En pequeños temblores la hacia elevarse como una nube. Sentirse libre. En el invierno de sus años sintió su presencia en la puerta y corrió a atenderlo. A la mañana siguiente unos turistas la encontraron muerta en los acantilados.

Aida Rebeca Neuah

6 may 2010

DECESOS TEMPORARIOS


–Oh, mi inspiración ha muerto, si es que alguna vez la tuve– dijo un aspirante a escritor.
Cada día amanecía sintiéndose capaz de escribir su mejor libro, pero no, después de su primer y único cuento nunca logró redactar ni un solo párrafo.
En un comienzo, intentó trabajar siguiendo severamente las rutinas que lo llevaron escribir esa historia sin obtener resultados concretos.
En una segunda etapa pensó en realizar las mismas actividades diarias alterando su orden cronológico. No funcionó.
Relacionó su imposibilidad con el stress, vacacionó en una isla del caribe y... nada.
Caminó perdido por las calles buscando algún tema para contarle al papel y sólo consiguió captar alguna que otra palabra que no parecía tener relación con ninguna en el universo.
Su frustración se tornó obsesión, necesitaba escribir. Las frases, oraciones, puntos, comas se acumulaban en su abdomen hinchándolo y se le atascaban en la garganta al salir.
Definitivamente yo estaba atorado en un laberinto de letras buscando la salida.

Aida Rebeca Neuah